La lluvia no alcanzó para enfriar una noche que terminó incendiada. En el estadio Abel Sastre se jugaba una final que parecía de un juicio público, una guerra de nervios y sospechas, un duelo blindado por la polémica. Y en ese escenario espeso, con el clima futbolero en ebullición y un Deportivo Madryn obligado a remar desde atrás, Estudiantes de Río Cuarto logró lo que persiguió durante cuatro décadas y regresó a la Primera División del fútbol argentino.

El 1-1 en la Patagonia selló una serie que ya venía inclinada desde Córdoba. El 2-0 de la ida había sido un mensaje claro de autoridad y orden. El 3-1 global, la firma definitiva. El León del Imperio vuelve al lugar que alguna vez habitó en los viejos Nacionales de 1983, 1984 y 1985. Ahora lo hará en 2026, en una Liga Profesional que tendrá cuatro representantes cordobeses, una postal inédita del mapa futbolero argentino.

La vuelta empezó con los protagonistas entendiendo que cada roce podía destilar polémica. El contexto era inevitable. Madryn venía atravesado por una seguidilla de reclamos, acusaciones cruzadas y la sensación, alimentada desde distintos rincones, de que el arbitraje lo miraba de costado. Facundo Tello sostuvo el partido con autoridad. Les marcó el límite a los que buscaban simular un golpe o buscar un penal inexistente y mantuvo el duelo en pie, incluso mientras el agua formaba charcos en varios sectores.

En ese escenario, el visitante golpeó primero. Javier Ferreira tuvo la apertura con un cabezazo que obligó a Yair Bonnin a una volada salvadora. Madryn respondió rápido y le imprimió ritmo al cierre del primer tiempo. Incluso un rebote caótico en el área aurinegra, sobre el final, estuvo a punto de liquidar la historia antes del descanso. Pero el 0-0 aguantó como pudo.

El segundo tiempo abrió el partido. Los dos equipos atacaban, y ese ida y vuelta era un negocio para Estudiantes, que encontraba espacios cada vez que pisaba campo contrario. Pero a los 18 minutos llegó un centro de Juan Galeano, tijera impecable de Luis Silba y un golazo que reavivó la ilusión local. Madryn quedaba a un tanto de llevar la serie a los penales.

El equipo cordobés sintió el golpe. Y también entendió que tenía que gestionar los momentos. El duelo se volvió una batalla mental. Madryn empujaba, Estudiantes cuidaba la ventaja sin renunciar a lastimar. El visitante tuvo una chance increíble para empatarlo. Agustín Fontana quedó mano a mano, con tiempo y espacio, pero definió por encima del travesaño en la que fue, quizá, la jugada más insólita de la noche.

Un minuto después todo cambió. Federico Recalde vio la segunda amarilla y dejó a Madryn con diez. El clima se espesó todavía más.

Con un jugador más, Estudiantes encontró el golpe final. A los 40, Agustín Morales encaró, gambeteó y cruzó su remate para marcar el 1-1 definitivo. Un gol que destrabó 40 años de espera.

De ahí en adelante, el estadio fue un volcán a punto de estallar. Hubo hinchas trepados a los alambrados, empujones, invasiones parciales, corridas al final del pitazo. Tello manejó la tormenta con firmeza y terminó el encuentro sin margen para polémicas. Los jugadores de Estudiantes corrieron al vestuario, esquivando el caos. Solo después de que el estadio quedara prácticamente vacío, apareció la premiación. Marcelo Achile entregó la copa a Iván Delfino y al capitán Gonzalo Maffini.

Una campaña que sostuvo la ilusión

El ascenso no fue casual. Estudiantes terminó segundo en la Zona B y desde ahí construyó un Reducido sólido. Eliminó a Patronato en octavos, a Gimnasia y Tiro de Salta en cuartos, a Estudiantes de Buenos Aires en semifinales y finalmente superó a Madryn en una serie que exigió aplomo y temple.

Para un club que perdió dos finales en 2020, ante Sarmiento y Platense, esta tercera oportunidad llegó como reparación. Como cierre de un ciclo que buscaba su premio hace tiempo.

Con el ascenso del "León", Córdoba mete cuatro equipos en la Liga Profesional 2026: Belgrano, Talleres, Instituto y ahora Estudiantes de Río Cuarto. Un hito deportivo que amplía su peso en la escena nacional.